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Familia Amico: Historias de La Victoriosa

Santos y María eran italianos pero se conocieron en Roque Pérez. Formaron una familia feliz y numerosa y crearon una querida y tradicional carnicería.

La historia de la familia Amico en Roque Pérez se inicia por el año 1898. Provenían de Cingoli, pueblito de la zona de Macerata, en la provincia italiana de Ancona. Como muchas familias inmigrantes, vinieron de a poco, probando qué suerte les depararía la pampa argentina.  El primero en llegar fue Pedro Amico y su hijo Enrique (padre de Cristina y Ana María Amico). Luego viajaron la esposa de Pedro, María Capotondo y el resto de los hijos: Sante, Cesar (padre de Cacho Amico), Aurelio y Zaira. Sólo una hermana, Teresa, quedó en Italia y sus hijos vivieron en Italia o emigraron a EE.UU. y Australia.

Casamiento Santos Amico y María Camilletti, año 1927.

Sante Amico arribó a Roque Pérez en el año 1913. Aquí fue registrado como Santos y se estableció en el campo de la familia Coltrinari en La Paz Chica. Tenía tan sólo 15 años.

“En Italia la crisis era tremenda -cuenta Juan Carlos Amico-. Mi papá vino un año antes de la Primera Guerra. En el campo se dedicó a trabajar en la cosecha. Todos los italianos eran chacareros, muy laburadores. Acá había grandes extensiones de tierra y para ellos era una alegría”.

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Unos años después, desde la localidad italiana de Castelfidardo, llegaron los Camilleti y se establecieron en la localidad de Valdez, en 25 de Mayo. La familia tenía diez hijos. Entre ellos estaba María Camilleti.

“Mi papá, Santos Amico vino de polizón -nos cuenta Atilio Amico-. Me di cuenta porque vi que no tenía hecho el ingreso en el país. Vino a lo de Pablo Coltrinari (abuelo de Mario y Abelito) que recibió a mucha gente de Italia. Mi madre vino con sus padres en 1923 a Valdez, vivieron ahí muy cerca de la Escuela Inchausti”.

Cada uno por su lado habían llegado a nuestras tierras, impulsados por el deseo de sus padres de buscar un futuro mejor. “En Italia había mucha pobreza -relata Atilio Amico-. Mi madre contaba que desayunaba con media cebolla y un pedazo de galleta”.

Algunos años después Santos Amico y María Camilleti se conocieron y se casaron en Roque Pérez. Se establecieron en una chacra y tuvieron ocho hijos: Catalina, María Luisa “Marucha”, Atilio, Federico, Juan Carlos “Carlitos”, Roberto “Coco”, Zulema y Marta.

“Vivíamos en un rancho de barro -cuenta Juan Carlos-. Nosotros habíamos hecho el pisadero para hacer los chorizos de barro para el rancho. Después se hizo el chalecito. Al comienzo le alquilábamos el campo a Espelosín y después mi padre le pudo comprar”.

“Fuimos ocho hermanos, yo digo que lo nuestro fue como una fantasía -cuenta Atilio-. Nuestros padres eran buenísimos. Nos criamos muy felices. Nos criamos de a caballo, hacíamos de todo un poco, cuereábamos las vacas con pocos años. Yo digo que nunca supe a qué edad agarré el cuchillo porque era muy chico, como que nací con el cuchillo en la mano. Con mis hermanos cuereábamos las ovejas y si había brasa, nos hacíamos las achuras y ya comíamos”.

“Cuando nosotros éramos chicos, con Catalina y Federico ordeñábamos las vacas y después vendíamos la leche en la carnicería -cuenta Juan Carlos-. El verdadero estilo italiano, no desperdiciábamos nada”.

Los comienzos de la carnicería

Don Santos Amico empezó el oficio de carnicero en su propia chacra. No imaginaba que iniciaba una historia familiar dedicada a la actividad de la carnicería que se aproxima a los 90 años. Hoy y ayer, la familia Amico al igual que la familia Rocha son sinónimos de carnicería en nuestro pueblo.

La primera carnicería y lechería de Santos estaba en el bulevar que va al cementerio, en la propia casa familiar. “Se inició en 1933 – cuenta Atilio- en un rancho de barro”. Carlos Amico también recuerda que Santos y su hermano Cesar Amico tuvieron una carnicería en el año 37´ llamada “La Esperanza” donde estaba el viejo banco Nación, en la esquina de Yrigoyen y 9 de julio, frente a la plaza. Luego Santos continuó con su propia carnicería “La Victoriosa” alquilando en el 38´ un local en Mitre N°1163 (Hoy Casa de te, Doña Rosa).

Aquellos inicios no transcurrieron de modo sencillo. “Yo me enteré muchos años después -cuenta Atilio-, que mi padre estuvo mal económicamente, cuando nosotros éramos muy chicos. Fue un momento que se vendía poco. Entonces pensó desprenderse de las vacas y trabajar en el campo para poder pagar a las consignatarias de Echeverría y de Del Barrio. Resulta que el día que había remate, ve que llega la voiture de Del Barrio a la chacra. Mi padre pensó que le venía a cobrar. Pero Del Barrio lo invita al remate. “No, cómo me invita, -le dice mi padre-, si yo le estoy debiendo”. “No, usted vaya, le dijeron Manuel y Lorenzo Del Barrio, usted algún día nos va a pagar”. Eso no me lo olvidaré nunca -cuenta Atilio agradecido-.

Salieron adelante con mucho sacrificio, sin dudas.  “Nosotros éramos ocho hermanos, había mucha necesidad -relata Carlos-, entonces había que trabajar. A los 15 años íbamos solos a trabajar al matadero”.  “Nosotros producíamos los chanchos para después vender jamones y fiambres -cuenta Atilio-. Cuando llovía de noche había que levantarse y salir a buscar los lechoncitos y entrarlos en un canasto para que no se mueran. Se hacía mucho sacrificio, pero lo hicimos con mucha disposición. Todo el mundo trabaja así entonces”.

A fines de los años 30 un golpe de suerte permitió la compra del terreno propio y la construcción del edificio actual de calle Mitre. “Resulta que los Camiletti ganaron con un décimo de la Lotería, cuenta Atilio. Entonces le dieron a mamá cinco mil pesos y así mis padres pudieron comprar el terreno de Carlos Tozzi y hacer la carnicería que existe hoy”.

El edificio en Mitre N°1165 se terminó de construir en 1940. La Victoriosa ya estaba en el centro comercial del pueblo. Pero seguían los esfuerzos. Levantarse temprano, hacer repartos de carne por el campo y los alrededores de la ciudad.

Desde muy chicos, Catalina, Atilio, Federico, Juan Carlos y Coco se fueron desempeñando en distintas y en todas las actividades de la Carnicería como ya lo hacían en el campo. “Yo empecé a hacer chorizos con Catalina -cuenta Atilio-, era el año 44. Ella tenía 15 y yo, 13 años. Papá me llevaba también para serruchar”. Después Catalina estaría abocada a administrar la caja.

Carlos me explica también que antes los cortes eran pocos: había puchero, asado, pulpa y chuleta. Y se carneaban animales grandes, vacas viejas y gordas. La carne era dura y duraba más porque entonces la gente tenía fiambrera, no había heladeras.

Los repartos de carne

Los repartos fueron una actividad muy pintoresca pero esforzada de la carnicería. Carlos Amico salía a repartir la carne por el campo, chacra por chacra, con un sulky. “Empecé a los 14 años y me hacía 8 a 9 leguas día por medio -recuerda Carlos-. Salía a las seis de la mañana y volvía a la una de la tarde. Trote y trote. Con lluvia, tormenta, piedra, frio o calor.  No había abrigo encerado entonces, así que salía con unas lonitas, como Dios te ayuda. Iba por La Granada, yendo para Beguerie, por lo Millán, Los Médanos, toda esa zona… Iba hasta el Tuyú Cué de Giribone, doblaba a la izquierda, al campo de Acosta, iba casi hasta el Salado, visitaba a Gatti, Baleani, Leaden, Pita Torres, Millán, Caballero, Belleza, Pesarini, el boliche de Roteta (que ya no existe). ¡Me acuerdo como si lo estuviera repartiendo ahora!” exclama Carlos con emoción.

Años 1936 a 1938: César Amico a caballo junto al carro que se usaba para llevar carne desde el matadero hasta la carnicería.

“En el reparto anduvo Coco, Carlos y yo -recuerda Atilio-. Nos levantábamos a las 4:30 de la mañana. Uno iba a buscar los caballos y darles la ración de maíz. Desayunábamos el mate cocido y después íbamos a la carnicería y hacíamos el reparto. Volvíamos a las 13 hs. A la tarde había que ir a matar a los animales y después hacer los chorizos. Además, teníamos un pequeño criadero de cerdos. Ahí le tocó un trabajo muy bravo a Coco, nuestro hermano más chico, que también era muy rápido para carnear”.

Para el reparto en el pueblo, Santos había comprado dos carros. Ese reparto lo hacía Atilio y Federico y se hacía en el centro y en las orillas de la población de Roque Pérez. “Andaba por la laguna de Castillo -recuerda Atilio-, por la calle Homero Fernández al fondo, también en la zona del hospital. Era un reparto de seis horas. En invierno teníamos un farolito porque salíamos a las seis de la mañana. Cortando carne arriba del carro, pesando la carne con la balanza pilón. El carro tenía mostrador y ahí tenía que serruchar las chuletas. Yo repartí carne desde el año 46 hasta el 60” cuenta Atilio Amico.

Carlos recuerda una vez que se le espantó el caballo y en una loca carrera destrozó el sulky. ¡Volaban los rayos de una rueda por el aire! cuenta Carlos, que tuvo que volverse en un caballo prestado. Después, el reparto se dejó de hacer porque la gente de campo comenzó a progresar y a comprar camionetas y ya venían al pueblo a buscar mercaderías.

Otro capítulo relacionado con la actividad fue el matadero, habilitado en 1931, estaba en el predio actual de Los Baguales. “El matadero, al comienzo, era el campo pelado – recuerda Atilio-. Los carniceros enlazaban desde el caballo y tiraban hasta que el animal se empezaba a ahorcar. Entonces el carnicero le ponía la mano en la paleta y lo degollaba. Y ahí nomás se carneaba. Los achureros eran ayudantes en la tarea y a cambio se llevaban todas las achuras. Después se hizo un tinglado con rieles. Había una zorra que servía para trasladar el animal hasta la playa donde se mataba y se carneaba. El matadero funcionó allí hasta los años 60”.

Después se trasladó el matadero donde hoy existe el frigorífico. “Cada cual mataba su animal y nos repartíamos los gastos entre todos” recuerda Atilio sobre el funcionamiento de esa propiedad que después en los años 80 compraría la sociedad de los hermanos Amico y a la postre vendería en 2003.

Volviendo a la historia de la carnicería, de la mano del trabajo llegaron también las épocas prósperas. “Se trabajaba mucho, porque había sólo cuatro o cinco carnicerías entonces -recuerda Carlos-. Era las décadas del 40 y 50”. Según cuenta Carlos Amico entonces existían las carnicerías de Pedro Rocha y sus hijos en la calle Sarmiento, la de Pepe Irazusta en calle Berro (donde después estuvieron Ricardo y Lalo Rocha) y Pitingo Rocha tenía carnicería por donde hoy está Hugo Bonino. Y también la carnicería de los hermanos Pepe y Domingo Osimeli en la calle Sarmiento.Había fines de semanas que hemos llegado a atender hasta doscientas clientes en un sábado a la mañana cuenta Carlos-. No había tiempo ni para tomar un mate”.

Según Atilio y Carlos la base fue el trabajo y el buen entendimiento entre hermanos que trabajaron en sociedad hasta 2003. Siempre en armonía. Desde 2003 hasta 2014 la carnicería estuvo a cargo de Juan Carlos. Hoy, a 87 años de sus inicios, la carnicería sigue abierta a cargo de Pedro Garmendia.

Unión verdadera

“Nosotros siempre anduvimos muy bien entre los hermanos, siempre nos entendimos -asegura Carlitos Amico-. Incluso cuando nos repartimos el campo, se hicieron cinco lotes y los sorteamos con cinco papelitos”. “Y siempre estuvimos pendientes de ayudarnos unos a otros -explica Atilio-. Yo trabajé siempre en la carnicería, pero después con la mueblería (en calle Mitre, desde el 63 hasta los 80), con el cultivo de choclos y con el matadero me fui alejando de la carnicería. Pero por la Victoriosa pasamos todos. Lo bueno es que siempre nos ayudamos entre todos y siempre nos entendimos”.

 La satisfacción del trabajo realizado

Su trayectoria de trabajo los puso en un lugar de servicio y mucha comunicación con la gente. “Nosotros tuvimos mucha suerte porque empezamos de muy chicos a repartir carne, entonces toda la gente nos conocía y en invierno el que no te daba un café, te daba un mate y se preocupaban por nosotros -explica Atilio Amico. La gente nos vio crecer”. “En esa carnicería yo trabajé desde mis 15 años hasta que cumplí 80 años – cuenta Carlos Amico-. Ahí tuve que dejar porque las rodillas ya no me querían llevar. ¡Siempre trabajé parado! “Creo que Carlos debe haber sido el carnicero que más años trabajo en una carnicería -destaca Atilio-.

“Estuve 65 años detrás del mostrador -cuenta Carlos-. Lo más lindo es que en tantos años te vas haciendo amigo de todo el mundo. Calculá que la gente iba a comprar carne casi todos los días. Entonces vas haciendo un trato social muy macanudo. Además, a nosotros siempre nos gustaron los versos gauchos, las cachadas, los chistes. El Martin Fierro lo habremos leído no sé cuántas veces. Y siempre servía para empezar una conversación, una anécdota. Y la atención a la gente es todo, nosotros teníamos una clientela muy buena. La gente se brindaba mucho, había una linda comunicación”.

Los hermanos Carlos, Atilio y Roberto, recuerdan especialmente a Catalina, que se ocupaba de todo y a Federico (fallecido en 2012) que siempre llevó adelante las actividades del campo, y era el encargado de comprar la hacienda en los remates ferias.

Atilio recuerda también a su madre que era muy trabajadora. “Cuando ella estaba muy viejita, tenía más de 90 años, yo la visitaba y charlábamos mucho. Y un día le pregunté si volvería a vivir su vida tan sacrificada. Y ella me dijo “¡Claro que sí, tengo todos los hijos casados y con su propia casa! ¡Hice todo lo que tenía que hacer!”, recuerda Atilio que contestó satisfecha su madre.

Hicieron todo lo que tenían que hacer y también más. Santos y María, dejaron su profunda huella con su carnicería La Victoriosa y su hermosa familia y numerosa descendencia. Santos, María y los hermanos Amico. Amigos, como lo indica el origen de su apellido, Amicus, gente amigable. Por eso, ayer y hoy decimos, de aquellos italianos, estos argentinos.

Carlos Amico, 65 de trabajo en la carnicería La Victoriosa.
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