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Mingo en el cerro de Malvinas

A 40 años de la Guerra, la historia de Juan Domingo Rodríguez, el soldado roqueperense caído en las islas. De peón de tambo al servicio militar en Mercedes. La misma semana que finalizaba la instrucción y regresaba a su hogar, un comando militar desembarcaba y tomaba Puerto Argentino.

 

En el año 1980 Nelly Alfaro vivía en Roque Pérez con sus nueve hijos, en el caserío casi vecino al campo, en la calle Berro, en la casa que había sido de los curas franciscanos. Su marido Horacio B. Rodríguez había fallecido joven en Lobos. Seguramente por eso ella y su segundo hijo varón, Juan Domingo, eran tan apegados.

“Mingo” le decía a su mamá “primero te voy ayudar a vos y después voy a hacer mi familia”. Cuenta Rosa Rodríguez que su hermano no había podido terminar la escuela y por ello trabajó desde joven. Primero en la verdulería de las hermanas Lima en Roque Pérez, en la esquina de Berro y Avellaneda, también manejando un tractor con la familia Baso y después en un tambo en el paraje Arévalo de Lobos.

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En el año 1981 a Mingo le toca hacer el servicio militar. El dueño del tambo no quería que se fuera. “Se vino con un montón de plata para arreglar que lo salvaran –cuenta Rosa Rodríguez-. Pero Juan Domingo no quiso. Entonces le dijo “No patrón, yo voy y vuelvo. Un año pasa volando”. Mingo había perdido algunos dientes por la patada de un caballo pero no fue suficiente para que lo exceptuaran del servicio. Primero le tocó hacer la instrucción en un regimiento en La Pampa. Pero para que estuviera más cerca lo destinaron a Mercedes, en el Regimiento de Infantería Mecanizado Nº 6 General Viamonte.

“Mingo venía en tren hasta Lobos –recuerda Rosa- a ver a la abuela y mi mamá lo iba a ver. Y cuando le daban más tiempo de licencia venía a Roque Pérez y nosotros íbamos a esperarlo a la estación. Era una gran alegría cuando venía”.

El 1ro. de abril de 1982 había sido un día muy tranquilo, en la noche los soldados de la Clase 1962 montaban guardia en los campos de la “Colonia Olivera”. A Mingo solo le quedaban unos pocos días de servicio y ya le tocaba la baja. Volvía a Roque Pérez con su familia, regresaba a sus ocupaciones rurales.

La mañana del 2 de abril los conscriptos del cuartel y todo el país conocía al despertar una noticia impactante. Las fuerzas argentinas habían desembarcado y recuperado las islas Malvinas. Comenzaba un compás de tensa espera. ¿Serían enviados al sur? ¿Era por eso que se habían intensificado en el último tiempo los entrenamientos?

“Pronto se anoticiaron que partirían para las Islas o a “algún lugar en el sur” –cuenta el Teniente Coronel Esteban Vilgré La Madrid en «Un Relato de Malvinas». Así, la Compañía de Infantería B “Peribebuy” fue completando sus efectivos; … Lejos estaban de imaginar que serían protagonistas de los combates más encarnizados y de constituir la última fracción de la Infantería del Ejército en batirse contra el enemigo en momentos previos a la rendición… no sin antes haber agotado la munición o vendiendo cara su vida!”

Soldados argentinos marchando al cerro Dos Hermanas.

Esteban La Madrid con apenas 21 años fue uno de los superiores de Mingo Rodríguez. En el sitio laperlaaustral.com.ar se publicó un relato suyo que nos servirá para comprender la actuación del regimiento Mercedes.

Mingo Rodríguez marchó a Malvinas el día 12 de abril desde el aeropuerto de El Palomar como apuntador de FAL, a cargo del Jefe de Operaciones Mayor Oscar Jaimet. El día martes 13 arribó al aeropuerto de Malvinas. Los soldados del Regimiento de Mercedes pasaron los primeros días en un depósito ingles en Puerto Argentino, después se trasladaron al oeste y más tarde donde termina la bahía (Stanley Harbour) al pie del cerro Sapper Hill.

Subteniente Vilgre La Madrid y soldados del R6, compañeros de Mingo

 

“Hacia fines de abril fue el esperado desplazamiento: parte del equipo fue trasladado en helicópteros y camiones Unimog por el difícil “camino a Darwin” que cruza el río Murrel en las faldas del Monte Kent –cuenta La Madrid-; el resto fue trasladado por nuestros duros infantes en una marcha épica”. Así llegaron los soldados al cerro Dos Hermanas y lo convirtieron en una fortaleza. El 1ero de mayo comenzaron los ataques ingleses para recuperar las islas. El 21 de mayo se produce el desembarco británico en San Carlos.

Los días se acortaban y el clima se hacía cada vez más frío. Los bombardeos a las posiciones argentinas eran constantes. Pero La Madrid cuenta que sus soldados “Ya eran parte de la turba y sabían cómo obtener todo de ella: llamas de las ramas húmedas; agua del hielo; guardar comida de reserva; fabricar velas con cordón y grasa de oveja; armar cigarros con papel y yerba o hasta usar de mate el casco de una granada con un bolígrafo Bic y virulana como bombilla!, habían fabricado una radio con restos de un vehículo destruido o construían posiciones a las que no les llegaba ni el agua ni el frío (sin el auxilio de zapadores como lo hacen otros ejércitos…). Se veían a sí mismos invencibles, su ánimo no se quebraba”.

Cuando los combates se iniciaron en Dos Hermanas fueron sorprendidos por fuego desde la retaguardia. Cambiaron de posición y “el combate era tan cercano que se mezclaban los disparos propios y ajenos”. Finalmente fueron sobrepasados y tuvieron que replegarse. En el cerro nada había por hacer y Kent, Wall, Challenger y Longdon habían caído también”.

 

“Ningún disparo en las espaldas –destaca La Madrid- este episodio es digno de destacar porque es paradigmático, ninguno de los muertos de la Sección lo hizo con un disparo en la espalda (hecho reconocido hasta por los propios británicos) El soldado Guanes fue el primero pero no el único de la lista”.

En apoyo al Batallón de Infantería de Marina (BIM 5) el Regimiento de Mercedes tomó posición en Tumbledown, con pocos pertrechos. Los Gurkas (hasta el momento inactivos) y los Scotish Guards se acercaban aprovechando la oscuridad y protegidos por un intenso fuego terrestre y naval que hacía temblar el cerro. “La Sección se hizo fuerte en el cerro y combatió con fiereza durante toda la noche. Cada ráfaga británica era respondida por otra igual” cuenta La Madrid.

“Horisberger y Poltronieri disparaban nuevamente con sus cañones al rojo –narra La Madrid. El lanzacohetes restante agotó su munición contra los nidos de ametralladoras y lentamente la situación comenzó a desbalancearse. Sin apoyo de morteros, sin radios, sin visores, sin cohetes y casi sin munición los infantes venderían cara la posición. …Repentinamente la ametralladora de Horisberger se trabó, dos veces esperó una pausa de fuego para regular los gases sin éxito. Una ráfaga en su pecho lo arrojó hacia atrás. El Jefe de Sección y otro soldado llegaron a su lado para verlo morir sin un quejido con su ametralladora aún en los brazos. La situación comenzó a descontrolarse pero los británicos no conseguían tomar la cresta. Las trazantes levantaban lluvias de piedras, las bengalas daban un toque lúgubre al lugar y las explosiones de los cohetes y misiles daban la sensación de que en el lugar la temperatura era más elevada aunque hiciese frío y nevase. Algunos hombres empezaron a caer heridos y otras armas a silenciarse. En su cubierta de rocas eran alcanzados por el fuego Gómez y Ramos; cerca de ellos y más hacia el oeste Duarte y hacia atrás Peralta. La posición donde estaba el Soldado Delfino con su Jefe de Grupo y otros más cayó recién cuando estos estaban casi sin munición. Los soldados Juan Domingo Rodríguez, Balvidares y Bordón, tomaron cargadores abandonados de las posiciones y eran de los pocos que aún tenían munición. No pensaban siquiera en rendirse y cayeron disparando contra los ingleses que intentaban avanzar por el flanco derecho para rodear la posición obligándolos a replegarse. Si lo hubiesen logrado, toda la fracción hubiese caído bajo sus disparos…”

Caerían Becerra y Echave también. Junto con la resistencia heroica de Poltronieri (máximo condecorado) la batalla llegaba a su fin, luego de casi 6 horas de combate la “Right Flank” de los Guardias Escoceses, superior tres veces en número.

“Váyanse ustedes, que tienen hijos. Yo me quedo” decía y repetía Poltronieri, un gran tirador de sólo 19 años. Parapetado en las piedras, durante horas hizo disparos al enemigo. Retrocedía cinco metros, disparaba y volvía a retroceder otros diez y volvía a disparar su ametralladora. Los ingleses “pensaban que era toda una compañía atacando y no avanzaban” contó Oscar Poltronieri.

Dicen que ese acto heroico de “Poltro” salvó a más de un centenar de soldados argentinos. Pero la sección de infantería de La Madrid ya había sido diezmada a menos de la mitad. Había sufrido muchos heridos y siete soldados muertos. Entre ellos estaba “Mingo”.

“Cuando termina la guerra no nos avisan nada –cuenta Rosa con dolor- . A Mingo lo daban por perdido. Después aparecen otros chicos caídos de apellido Rodríguez pero eran de otras provincias. Primero se ocultó todo. Cuando los chicos volvieron la mayoría estaban internados. Y a nosotros nos dijeron que Mingo estaba desaparecido. Yo lloro cuando estoy sola. No quisiera tener la condecoración, me da tristeza. Y bueno, le tocó dar la vida por la patria”.

Según las versiones, por un lado, los relatos del hoy coronel Esteban Vilgré La Madrid y por otro los del soldado Daniel Torres, el soldado Juan Domingo Rodríguez murió en la noche del 13 o madrugada del 14 de junio en los combates en monte Tumbledown. Según contó Daniel Torres, ex combatiente oriundo de Navarro, al periodista Jorge Garavento y a la familia Rodríguez, Mingo Rodríguez murió en sus brazos después de recibir una ráfaga de metralla.

“Habíamos recibido una carta de Mingo desde Malvinas –cuenta Rosa Rodríguez-. Ahí le contaba a mi mamá que estaba bien. Pero después nos enteramos que era mentiras, estaban adentro de un pozo y comían muy poco. Él estuvo peleando en un lugar llamado Dos Hermanas. Cuando yo fui a Malvinas conocí el lugar, un lugar lleno de pozos. No nos permitían tocar nada”.

 “Daniel Torres nos contó que Mingo salió de los pozos –dice Rosa- y fue a buscar una bolsa de comida para los compañeros. Cuando volvía con la bolsa de comida pisó una mina que le destrozó la pierna. Daniel Torres lo tuvo en sus brazos hasta que falleció.  Daniel nos dijo “si yo no lo cuento no puedo seguir”. Y mi mamá quería saber porque a nosotros el ejército siempre nos dijo que Mingo estaba desaparecido. Y mi mamá soñaba con Mingo que la saludaba y que le faltaba una pierna. Yo creo que mi mamá después se resignó gracias a lo que le contó Daniel Torres”.

 “Lo que pasó mi mamá fue terrible –cuenta Rosa-. Ella decía “como puede ser que yo tenga que enterrar a tres hijos, si mis hijos me tienen que enterrar a mí” (Además de Mingo perdió otros dos hijos). Y yo la comprendo más ahora. Ella decía que era muy triste perder un hijo, ella lo esperaba todos los días. Juan Domingo era muy especial para mi mamá. Eran muy compañeros. Él le decía a mi mamá a las cinco vengo y cinco menos cuarto estaba en casa. Nunca fue a un baile, nada, mi hermano”.

“Yo sigo yendo a los actos porque era el deseo de mi mamá. Cuando llegaba el 2 de abril mi mamá antes de ir a dormir dejaba la puerta sin llave porque pensaba que mi hermano iba a llegar”. “Ella se levantaba a las cinco de la mañana y le prendía una vela al Mingo. Cuando atardecía no quería comer. Cuando mi mamá enfermó, me dijo: ahora si me puedo ir porque sé que me voy a encontrar con Mingo”.

“Yo di sangre para las pruebas de ADN –explica Rosa-. Yo estoy de acuerdo que se identifiquen las tumbas. Porque cuando mi mamá fue en el año 2000 a Malvinas todas las madres preguntaban cuáles eran las tumbas y nadie pudo responder. Las mamás no sabían en que tumba dejar su flor y lloraban.  Mi mamá decía como puede ser que Mingo esté acá. Yo lo crie para que esté conmigo…”

“Yo pude ir a Malvinas en 2010. Me sirvió ir a Malvinas porque viví lo que vivió mi mamá –cuenta Rosa-. Y sentí también rabia de no saber que tumba homenajear. Ni bien aterrizamos nos llevaron en colectivo hasta el cementerio de Darwin. Los ingleses nos acompañaron armados. Pero respetuosos. El lugar es muy desolado. Pasaron 35 años de la guerra. Lamentablemente siento rabia porque el hombre va a seguir en guerra siempre. Muchos querían que mi hermano fuera traído a Roque Pérez. Cuando yo viajé a Malvinas nos acompañó hasta Rio Gallegos la presidenta Cristina Fernández y nos dijo que si era el deseo de la familia repatriar el cuerpo lo podíamos hacer. Pero el deseo de mi mamá es que si el dio la vida por la patria quede en Malvinas custodiando las islas”.

“En Moll hay un jardincito que le pusieron el nombre de Juan Domingo Rodríguez. Porque cuando Mingo hizo el servicio militar en Mercedes lo asignaron a ese jardín para ayudar en las obras del jardín. Y una maestra encontró en un árbol que mi hermano escribió Juan Domingo. Mingo era muy bueno. Fue su destino dar la vida por la patria. Ahora deseo –pide Rosa Rodríguez- que su tumba tenga su nombre”

En 2018, Rosa Rodríguez regresó a la tumba de Mingo. 

 

El pedido de muchas familias se logró desde 2017, cuando distintas tumbas sin nombre pudieron ser identificadas. Rosa Rodríguez recibió el llamado de la Escribanía General de Gobierno de la Nación confirmando el reconocimiento de la tumba del soldado Juan Domingo Rodríguez gracias a su ADN. Luego Rosa pudo regresar a la tumba de su hermano Juan en marzo de 2018 y recibir la medalla de la Virgen de Lujan que su mamá había entregado a su hijo “Mingo”.

El teniente La Madrid finaliza el relato contando como Mingo Rodríguez desafiaba a los ingleses desde la cumbre del cerro “Nuestros combatientes fueron a la guerra convencidos de la causa que defendían y lucharon con bravura, más allá del límite humano. Fueron derrotados por los enemigos más formidables del planeta”… “Nuestros héroes no son cibernéticos ni poseen los músculos de Rambo. Son ciudadanos normales, altos, bajos, morochos o rubios, algunos con muy escasa preparación intelectual y otros instruidos, pero unidos por una conciencia clara de lo que es el honor y la dignidad nacional. Nadie muere en su posición por temor al superior que está en la retaguardia, si no, que le pregunten al Soldado Poltronieri o (si hubiese sobrevivido) a Juan Domingo Rodríguez que ante cada bombardeo trepaba a la cumbre del cerro y en señal de orgullo exhibía a los británicos sus genitales como señal de desafío…”

Muchos soldados siguen librando su propio combate. Sus compañeros muertos siguen custodiando la soberanía en las Islas Malvinas. Como dice el teniente La Madrid, los territorios y mares del sur son testigos de “su bravura, patriotismo y entrega”.

copy: https://www.thetelegraphandargus.co.uk/

A 40 años de la Guerra de Malvinas, esta es una semblanza de la historia de Mingo. El roqueperense que hoy descansa el cementerio militar de Darwin. Como muchos, un chico que se volvió hombre en apenas dos meses. Junto a Juan Colombo, Alberto Aguilera y Javier Bemba son los ex combatientes de Roque Pérez que debemos honrar, son ejemplos de sacrificio que debemos seguir en tiempos de paz.

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