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Puente de recuerdos

In Memorian DOMINGO “CHICHO” ALLEGRETI

Se cumplen diez años de la entrevista a Don Chicho. En 2011 fui a la Mueblería Allegretti a charlar con Domingo Allegretti. Él me podía contar como fue construida “la pasarela” que une Roque Pérez y Lobos. Pero enseguida el antiguo puente de madera se convirtió en un puente a las viejas historias de nuestro pueblo.

Entonces Domingo tenía 79 años. Me contó que su abuelo italiano Andrea Allegretti era peluquero y su papá Juan Arnoldo también. Pero él no siguió la tradición familiar porque su padre lo mandó a aprender un oficio a la carpintería del polaco León Polvieski. Así, a los 8 años iba a quedar sellado su destino de madera y muebles.

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“León Polvieski había venido para el tiempo en que también llegaron a Roque Pérez Topoulus y Onassis…”-me dijo Chicho Allegretti y me soprendió-.

Domingo “Chicho” Allegretti.

¿Aristóteles Onassis, el millonario griego?
“Claro, Onassis vivió un tiempito en Roque Pérez. Eso debe haber sido a fines de los años 20. (N de la R: Onassis vino a Argentina en el año 23, luego de volver a Grecia, regresó en el 27). Luego Onassis se fue a Buenos Aires y fabricaba cigarrillos. Después se dedicó a la industria naviera y se hizo millonario. Pero entonces en Europa pasaban hambre. El griego Topoulos se dedicó a la compra venta de hierro en la esquina de Cholo Testa, en calle Paulino Lanz. Topoulus era socialista, muy amigo de Julio Gutiérrez. ¡Odiaba a Perón!, pero era un buen hombre” contó Chicho.

“Entré a trabajar en la carpintería de León en el 39 –continuó Chicho-. Yo tenía 8 o 9 años. Comenzaba la Segunda Guerra. Recuerdo que León se carteaba con su familia en Polonia pero después perdió contacto”.

¿Por qué comenzó a trabajar a esa edad?
“Eso le preguntaba yo a mi padre! Don Alfredo Espelosín y Nicanor Ciordia querían que fuera a trabajar al Almacén Espelosín. Pero mi padre quería que yo aprendiera un oficio. Encima el polaco no me pagaba, sólo me tenía de aprendiz. Aunque el decía: “Mira, mira que cuanto más mira, menos ve!”. Porque en realidad no me enseñaba, era mañero. Todavía me acuerdo y reniego de aquello 70 años después”.

“Yo iba a la Escuela Nº1 a la mañana y a la tarde a la carpintería que estaba junto a la herrería de Mancione en calle Rivadavia. León y Mancione compartían algunas máquinas. Me acuerdo que los bancos de cedro de la Iglesia, fueron cortados por Mancione y León. Luego León se mudó a calle Irigoyen. Por la ventana podía verse la cancha de Atlético. Yo miraba como jugaban al futbol Picha Caro y Rulo Arruti y el polaco me retaba: Que mira! Que mira! Mire su trabajo!”

“León Polvieski tocaba un violín hermoso –contó Domingo Allegretti- que había construido el mismo. Pero un día trabajando, la garlopa de muñeco cuadrado le llevó la mano. Yo vi que levantaba la mano ensangrentada y los dedos en el suelo! Igual siguió trabajando porque salvó el dedo pulgar. Pero por supuesto ya no pudo tocar el violín. Entonces mi padre se lo compró para mi hermano Mario. Ese violín actualmente lo conservo yo”.
“Mi padre tenía peluquería. Había sido ferroviario y era de Cañuelas. Mi abuelo Andrea era peluquero también en Italia. En su tiempo se usaba un platito para el jabón de afeitar. Luego se dejó de usar entonces ese platito se colgaba afuera como señal de que allí había una peluquería. Horacio Rollen era un chico vecino y le tiraba con su rifle al platito y mi padre renegaba! –se reía Chicho- Que linda época esa!”

“Mi padre era recto. Antes se pensaba distinto. Había que aprender un oficio porque si no pasabas hambre. Había chicos descalzos en Roque Pérez. Yo nací en el 31. ¡Pero la crisis del 30 duró muchos años! Mi padre salía a la madrugada al campo a cortar el pelo y vender caramelos. Lo hizo durante 18 años. Después ese oficio lo siguió mi hermano Juan. Primero mi padre iba en Sulki, luego en un Ford T que había que levantarle la rueda para ponerlo en marcha. Iba a los almacenes de la Reforma por ejemplo. Si había baile seguro iba porque la gente quería prepararse. Empezó yendo al Cardalito, al Almacén que tenía Ratto. Allí había un saloncito donde cortaba el pelo. Años después iba al Paso San Juan, allí estaban los Rossi. Y también iba a las Tunas y cortaba el pelo y vendía café”.

¿Y Ud. siguió en la carpintería de León?
“Sí, pero un día me cansé de León y me fui. Cuando llegué a casa, me quedó grabado, mi papa me dijo: Hijo, la suerte te pasa por la mano pocas veces y tenés que agarrarla… quizá tenía razón. Con León iba a aprender el oficio. ¡Pero, el que lo aguantaba a León era yo! Después entré a la carpintería de Scotti en calle Belgrano (donde hoy está la panadería de Messina). Por entonces se construyó La pasarela, entre el año 40 a 45 debe haber sido. Entonces no había paso por ese lugar. Había que cruzar el Salado por el puente viejo (cerca de la ruta 205)”.

“A construir la pasarela vino un negro grandote con su hijo. Plantó una carpa al lado del río y vivía allí. Luego tomó algunos peones. En lo de Scotti tuvimos que preparar los travesaños que forman la calzada. Les hicimos una hendidura para calzar la baranda. ¡Todo a mano! No había herramientas casi. Quizá las maderas fueron llevadas desde la carpintería en el único camión que existía que era un internacional del Almacén Espelosín que tenía ruedas macizas! Parecía una locomotora!”.

“Primero tuvieron que plantar los pilotes. Hacía un trípode de palos y tenían un malacate manual con un peso con el que golpeaban el pilote hasta enterrarlo. Tardaron como dos años en hacer la pasarela. Los tirantes son de lapacho. Es una madera durísima. Te hace sangrar las manos. Y cuanto más tiempo pasa debajo del agua más dura se pone. La pasarela ha sufrido más el desmán de los pescadores que el paso del tiempo. No se irá a romper nunca” –relataba Chicho-.

En cambio los puentes actuales de hormigón duran 15 años!
“Si es cierto, antes se hacían cosas nobles. Pensar que luego por la pasarela pasábamos con Belleza (el corredor) a toda velocidad para ir a los bailes de Salvador María”.

Mueblería Allegretti en su primera dirección de calle Belgrano y en su dirección actual de calle Mitre.

¿Siguió en la carpintería de Scotti?
“Allí estuve 14 años y luego puse mi propia carpintería. Hacía muebles y obra blanca (puertas y ventanas). Y lo que es la vida: Polvieski terminó de empleado mío. Se había ido a Lobos y estaba arruinado por la bebida. Lo fui a buscar y lo traje. Le di a hacer un ropero y tardó como dos meses! Tomaba alcohol puro. Ya lo hacía cuando yo era aprendiz. Junto a otro polaco, Estanislao, mientras lustraban los muebles a muñeca tomaban de la botella del alcohol de lustrar. Cada tanto Estanislao decía: “El pájaro golondrina se va” y armaba el monito y se iba en tren de croto. Era un bohemio”.

“Con mi carpintería propia un día me encontré con que no tenía un peso para darle de comer a mis hijos. Entonces fui a pedirle a Don Juan Espelosín, que nos tenía mucha estima, si me vendía un terreno con facilidades para poner una mueblería. Don Juan me lo financió a 5 años y el primer año sin interés. Así abrí la mueblería en la esquina de Belgrano y Alsina en 1960. Me dediqué mucho al mueble usado. Me recorría todo Buenos Aires buscando muebles en los remates. Luego reparaba y lustraba. La actividad rendía bien entonces. Luego en los años 80 cambiaron la mano de calle Belgrano y la zona se murió comercialmente. Por eso nos trasladamos a la dirección actual de calle Mitre”.

¿Qué otras carpinterías y mueblerías recuerda?
“El padre de Augusto Gourría tenía carpintería cuando yo era chico. Después estuvo Scotti y luego Alvarez también. Con mueblería estaba Don Gregorio Coreman en la esquina de Mitre y Albanessi donde después existió también la mueblería de los hnos. Amico. También tenía mueblería Ubisaglia en la esquina de Berro y Alem. Y antes vendía muebles la Casa Espelosín y la tienda Roma”.

“En los años 20 existió una mueblería de Proni de Lobos. Estaba en la esquina de Sabatté y Bolla. Su propio hijo me contó que Proni tenía un juego de dormitorio que a la noche usaba para dormir y durante el día desarmaba y lo ofrecía en la mueblería”.

Entonces se acercan los 50 años de la Mueblería Allegretti
“Sí, se van a cumplir 50 años en octubre próximo (se refería a 2011). Hoy mueblería Allegretti es continuada por mi hijo Alejandro y mi hijo Gustavo que se dedica a la parte de colchonería. Yo ya no tengo nada que ver” decía Chicho con satisfacción de jubilado.

Claro, Don Chicho me hablaba de los papeles pero estas historias de comercios familiares y estas historias de vida, como la que Allegreti nos contó, se llevan marcadas en el alma y en el cuerpo. Como en la mano del polaco Polvieski, como en los pulmones de Don Chicho que se tiene que cuidar porque lleva consigo el recuerdo del aserrín de las carpinterías.
“¡Gracias por acordarte -me dijo sonriendo Chicho-, hablamos un poco de las telarañas de la vida!”

Y yo me fui pensando: no toda madera es aserrín y no se jubilan los recuerdos.

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