Los pájaros y los pescadores son testigos de como se cava un río dentro de un río.
Es sábado. Giro a la derecha y avanzo junto al Country Club. A la izquierda siguen construyendo casitas y chalecitos rectangulares. Cruzo una nena en bici con su palo de jockey. Habrá partido en el Parque del Bicentenario. Sigo hacia “el pico” del río Salado.
No encuentro la calle antigua, polvorienta y casi a tiro de agua. Esta calle es alta y gris de ripio. Y el río, intervenido por palas y camiones, por bombas y plataformas que dragan sin descanso, ya no es aquel río. Ahora es caudaloso y ancho. Un “medio Paraná” y con agua. En la ribera algunas familias pescan.
Avanzo hasta una tranquera del obraje. No es posible seguir. Entonces allí recorro a pie un insólito camino que entra en el río. Perpendicular al curso del agua, es un dique que divide la sección hacia el puente carretero de la sección de “el pico”. Dos bombas trabajan a pleno arrojando agua de un lado a otro. Otro sector del río ya es una ancha avenida seca, un autódromo sin autos. Seguramente vendrán palas y camiones para seguir hoyando el fondo.
Cruzo el río seco hasta un terraplén y una vez arriba, una sorpresa. Aparece a la vista otro medio río, otro salado paralelo a las obras, otro río correntoso y frio. En algunas semanas todo será uno. Y donde ahora piso habrá profundidad y peces.
Así cambia el paisaje. A fuerza de las potentes dragas de origen americano, de 18 pulgadas. Su sistema de rotor rompe el suelo y una bomba muy potente succiona agua y sedimento y lo lleva por cañerías hasta los recintos a la vera del río.
Son 19 dragas, 35 retroexcavadoras, 80 camiones y 780 operarios, cambiando la fisonomía del río, moviendo un millón de metros cúbicos de tierra por día.
Lo que no cambia es la presencia de los pescadores. Aguas arriba del puente carretero hay cerca de veintes autos. Aguas abajo una docena de grupos de pescadores. Aquí en el pico hay menos, está muy tranquila la mañana.
¿Qué le parece la obra? le pregunto a Williams que busca la carnada para armar en su caña roja. “Es una obra muy grande, ¡es increíble lo que están haciendo!” responde Williams recién llegado de San Justo con su familia.
“Venimos a pescar a Roque Pérez por la tranquilidad que hay acá, es hermoso. Podes dejar el auto abierto, no hay ningún problema. Y dicen que van a hacer mejoras … (se puede conocer el proyecto en https://www.laguiaderoqueperez.com.ar/notas/riberas-del-salado/ ).
“Mi cuñada -cuenta Williams- vino un día de paseo y le gustó tanto que vendió la casa que estaba construyendo a San Justo y se mudó a Roque Pérez. Su esposo trabaja en Pacuca. A nosotros nos gustaría venir también”.
Williams es boliviano, su padre llegó a Argentina en 1974 y trabajó en el subte hasta ser jefe de su sección. “Siempre venimos. Ahora veremos si hay pique. Y a la tarde regresamos a San Justo”.
A pocos metros, Daniel y su hijo Hernán miran fijo al agua controlando la línea. “Nosotros venimos siempre a pescar a Roque Pérez, a “Las Garcitas”. Pero ahora no se puede llegar. Acá es muy tranquilo. Nosotros venimos de Puente La Noria. Son 130 km. Dicen que General Belgrano tiene una costanera muy linda pero a nosotros nos queda mejor acá”.
“Y para el lado de Zárate no podemos ir porque es muy peligroso -explica Daniel con su capucha cubriéndole la cabeza-. Si te roban una caña son 5 a 10 mil pesos. Pero eso no sería nada, te pueden robar el auto, te pueden lastimar. En cambio, acá es muy tranquilo y estamos cerca de la ciudad si necesitamos algo”.
“Hasta ahora no hubo pique -confiesa Daniel-. Nunca se sabe. Me ha pasado de no pescar nada y llega un pescador coreano y no para de sacar pescados. Ellos usan tripa de pollo teñida con tinta china roja. Pero una vez vi a uno pescar con sólo con un nudo en la tanza. ¡Es increíble!”.
La costa del río donde comienza el partido de Lobos ya se ve alta y emparejada. Quizá pronto hasta podría ser sembrada. Un frentista rural me dice: esperemos que esta obra se finalice. Porque está avanzada hacia Ernestina y está terminada aguas abajo. Y si el río llega a crecer el agua se va a atascar en Roque Pérez.
Cerca “Lalo” y Carlos están junto a su pequeña carpa que les dio reparo a la noche hasta que el frio los obligó a dormir en el auto.
“Nosotros venimos de González Catán -dice Lalo-. Es muy lindo el río acá. Vamos a ver que sale, alguna carpa, algún pejerrey. Si pescamos algo lo hacemos a la parrilla y dejamos el asado para la noche”.
“Me voy a poner el gorro de Malvinas” dice su compañero Carlos cuando posan para la foto. Carlos es un ex combatiente que le tocó pelear en el Monte Tumbledown. “Nosotros seguíamos peleando hasta el final -cuenta Carlos- porque no sabíamos que la guerra había finalizado. En Tumbledown fue muy bravo, Monte Longdon también”, recuerda Carlos aquellas noches del 13 y 14 de junio donde se llegó a pelear cuerpo a cuerpo contra las divisiones inglesas y escocesas. Historias de la guerra, de aquellos meses fríos y duros del año 1982.
Hoy está algo ventoso en la margen del Salado. Pero la mañana es puro sol. En la curva del río, frente al traicionero cajón, Jorge y Angelina van y viene con sus cañas. Ellos levantaron una hermosa carpa azul junto al automóvil. “Nosotros venimos de Ituzaingó. Anoche no cenamos, pero ahora vamos a hacer un asadito” me cuenta, con caras felices, la feliz pareja.
Asado, pesca y sol. El plan perfecto en las costas salitrosas del Salado. Mientras las máquinas cavan un río dentro de un río en plan de evitar la próxima inundación.