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Un sendero de Borges en Roque Pérez

Por uno de esos misteriosos pliegues del tiempo, Borges dio una charla en la biblioteca. No estoy seguro si asistí o me lo contaron.

Fue en los últimos días del 82. Una entusiasta asesora de Educación lo trajo en su propio auto. Cuando llegaron, como sucede con los escritores poco conocidos u olvidados, casi nadie lo esperaba.

Buen día Don Jorge, le dijo Panchita, la bibliotecaria. No, dígame Francisco nomás, le dijo Borges.

Lo acompañaba su secretaria María, que lo guio hasta una mesa de madera oscura. “Qué bien… siento la presencia de los libros” dijo Borges. Hay un estante con la Enciclopedia Británica, le cuenta su compañera. Qué bueno, deme un volumen. Está frío -le advierte María-. Naturalmente, si el paraíso tiene forma de biblioteca no le pueden caber los atributos del infierno, dijo Francisco Borges mientras abría el tomo.

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¿Qué destino trae el azar? preguntó. Es la página del mito de Prometeo, dijo la joven secretaria. ¡Ah, las fuerzas extrañas! Había olvidado a Lugones ¿Recuerdas el cuento de Izur, el mono? ¡Al final su dueño le devuelve el habla!

Se sumaron otros asistentes, algunas señoras, un joven y un médico cirujano. Todos eran apenas doce.

Me da gusto el nombre de esta biblioteca -dijo Borges-, Esteban Echeverría tiene un lugar en la historia literaria, pero como los menos, en la propia literatura. En el poema La cautiva, Echeverría descubre las posibilidades estéticas de la pampa.

La verdad es que nunca estuve en Roque Pérez, pero en el camino bajé la ventanilla y la brisa del campo me hizo recordar mis viajes a Pardo. La estancia de Bioy Casares. Un verano, creo fue del 37, allí redactamos un folleto sobre la leche cuajada La Martona. Después Bioy escribió La invención de Morel. Entonces yo aun veía el azul del cielo y el dorado otoño. Perdón si me desvié y nunca llegué…

Borges, ¿cuáles son sus mejores obras? Preguntó alguien de traje.

Quizá algunos poemas, ¿no? A veces creo que soy una superstición de mis lectores. Una vez fuimos con mi madre a Texas y me invitaron a una charla. Yo le decía a ella ¡parece que me toman en serio!

Video: «Poema de los dones» de Jorge Luis Borges, en la voz de Mochina Abraham.

¿Otros escritores argentinos? Me gusta José Bianco y Silvina Ocampo… a Cortázar le publiqué su primer cuento Casa tomada. Me gusta lo fantástico. Pero son contemporáneos como yo… para leer novedades hay que releer literatura de otras épocas… El Quijote, la Divina Comedia.

Usted escribió mucho sobre compadritos y gauchos, dijo una señora de saco verde.

Claro, siempre volvemos a la gauchesca…

También narró el fin de Moreira en La Estrella… interrumpió la cavernosa voz del médico.

Ah sí, en La noche de los dones. Aquello ocurrió aquí cerca, en Lobos. Aunque da lo mismo el lugar (no hay un pueblo de la provincia que no sea idéntico a los otros, hasta en lo de creerse distinto. Los mismos callejones de tierra, los mismos huecos, las mismas casas bajas, como para que un hombre a caballo cobre más importancia). Lo central es que el personaje esa noche conoce el amor de una mujer y también la muerte, cuando ve caer lanceado a Moreira.

Borges, pero su Moreira -lo interrumpe tímidamente Estela, la profesora- no es el mismo que el personaje de Gutiérrez ni el de la película de Favio…

“Naturalmente. Sabe, en el ejército Moreira fue compañero de mi abuelo, el valiente Coronel Borges, que luchó en un sangriento combate con Calfucurá, como escribió Gutiérrez. Siempre me atrajo el coraje… pero en mi cuento Moreira muere gimiendo y los paisanos se acercan a Chirino para estrecharle la mano”.

Luego de discurrir sobre tigres y laberintos, alguien pregunta sobre la política nacional mientras el interventor se pone incómodo.

Estoy borroneando un poema -cuenta Borges-, que habla de una conspiración, los hombres de diversas estirpes, religiones e idiomas, toman la extraña resolución de olvidar sus diferencias y ser razonables. En las altas tierras de Europa, Ginebra, es una torre de razón y fe y es una de mis patrias.

En esta patria, pronto no estaremos a la merced de una bruma de generales. Quizá, me vea refutado espléndidamente por la democracia.

¿Sigue siendo antiperonista?

Ah, no me haga acordar de un dolor de muelas, yo fui admirador del caudillo Yrigoyen ¡por su anticaudillismo!

Desde el fondo un hombre con voz y cadencia oriental pregunta: ¿Su cuento preferido es El jardín de senderos…?

¿Usted es Yu Tsun? -lo inquiere Borges risueño-.

No, yo soy japones…

Ah, Oriente es aventura escribió William G. Moore. También tierra de contemplación y haikus.

¿Es o no es

el sueño que olvidé

antes del alba?

-recita el escritor- Me gusta la idea de infinitas series de tiempos, una red de tramas donde pueden caber todas las historias. En una muero centenario y en otras, hoy mismo muero.

Los presentes sonríen por la ocurrencia y la secretaria de Cultura anuncia que es la hora del brindis municipal.

Cuando salen, en la calle Alem se cruzan con un hombre a caballo que inclina su sombrero negro como saludo. Pero Francisco Borges no lo ve. Sólo escucha un eco.

Temprano a la tarde regresan. ¿Cuál Borges sueña? ¿Es o no es

el sueño que olvidé antes del alba?

Mentando las aguas del Salado, Borges muere en un accidente de auto, atravesando ese río de Heráclito que divide la pampa.

 

Por Walter Murga

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